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Los chicos no nacen con vergüenza respecto de la desnudez. Ellos aprenden a avergonzarse de su propia desnudez.
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La vergüenza, con respecto a la desnudez, es relativa a la situación individual y costumbres, no absoluta.
Por ejemplo, una mujer árabe, encontrada en estado de desnudez, cubrirá su rostro, no su cuerpo; ella descubre sus pechos sin avergonzarse, pero piensa que mostrar la parte trasera de su cabeza es todavía más indecente que la exposición de su rostro. (James Laver hace notar que «una campesina árabe, encontrada en los campos sin su velo, pondrá su falda sobre su cabeza, exponiendo de este modo, lo que para la mente occidental, es una mucho más avergonzante parte de la anatomía.») En la naciente Palestina, las mujeres fueron obligadas a mantener sus cabezas cubiertas. Para una mujer, ser sorprendida fuera de su casa con su cabeza descubierta era razón suficiente para el divorcio. En la China pre-revolucionaria era vergonzoso para una mujer mostrar sus pies, y en Japón, la parte trasera del cuello. En la Francia del siglo 18, mientras cavados escotes eran comunes, era impropio exponer la punta del hombro. Herr Surén, en sus escritos de 1924, hizo notar que las mujeres turcas velaban sus rostros, las chinas ocultaban sus pies, las árabes cubrían sus nucas, y las filipinas consideraban indecente solo el ombligo.
La naturaleza relativa de la vergüenza es reconocida por el Papa Juan Pablo II. «Hay un cierto relativismo en la definición de que es avergonzante,» escribe. «Este relativismo, puede deberse a diferencias en el arreglo de las personas… o a diferentes visiones del mundo. Puede deberse también a diferencias en las condiciones externas, por ejemplo el clima… y también a las costumbres prevalecientes, hábitos sociales, etc. … Por lo tanto no hay una exacta similitud en el comportamiento de las personas, incluso, si viven en la misma época, en la misma sociedad. … La vestimenta es siempre una cuestión social.»
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La idea dominante de que vestirse es necesario por razones de pudor es una presunción cultural. Esta idea no es compartida por todas las culturas ni por todos los miembros de nuestra cultura.
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Existe evidencia de que el pudor no está para nada, relacionado con la desnudez. Por el contrario, este es una respuesta a parecer diferente del resto del grupo social, por ejemplo, fuera de los hábitos aceptados de vestimenta u ornamentación.
Por ejemplo, las tribus indígenas desnudas excepto por sus adornos de orejas y labios sentirán pudor cuando estos adornos son removidos, no cuando se exponen sus cuerpos. De igual modo una mujer siente pudor si es vista en bombacha, incluso si esta es mucho menos reveladora que su bikini. Esto también explica porqué los visitantes de parques nudistas se sienten incómodos estando vestidos. El Psicólogo Emery S. Bogardus escribe: «La desnudez no es avergonzante cuando es inconsciente, esto es, no existe conciencia de una diferencia entre hechos y reglas establecidas.» En otras palabras, un visitante que asiste por primera vez a un parque nudista, no siente vergüenza después de su reticencia inicial ya que no contradice las normas morales de este grupo social.
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La vergüenza proviene de estar fuera de lo ‘moral’, no de acciones especificas o condiciones. Debido a que la desnudez es incuestionable en un establecimiento nudista, los nudistas pueden olvidar que están desnudos, y a menudo lo hacen.
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Estudios psicológicos demuestran que el pudor no necesariamente está relacionado con el estado de la vestimenta. Para los nudistas, el pudor no se produce al desvestirse, este toma otra forma.
Estudios psicológicos realizados por Martin Weinberg concluyen, que la diferencia básica entre nudistas y no nudistas consiste en que definen las situaciones de manera diferente. Esto no significa que los nudistas no sientan pudor, ya que como los no nudistas, tienen normas que regulan y controlan la inmoralidad, la sexualidad y el pudor. Los nudistas aceptan el cuerpo humano como algo natural y no como fuente de pudor.
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Algunas tribus indígenas andan completamente desnudos sin ningún pudor, aún hoy. Unicamente cuando tienen contacto prolongado con el mundo ‘moderno’, ellos aprenden a sentir ‘pudor’.
Paul Ableman dice: «Los misioneros se desconcertaban al encontrar que las recomendaciones bíblicas de ‘vestir al desnudo’ lejos de producir mejoras en la moral nativa, casi siempre resultaba en un deterioro de esta. Lo que estaban haciendo los misioneros sin advertirlo era recrear la situación del Jardín del Edén. Desnudas, las culturas primitivas, no han mostrado pudor en relación al cuerpo… la moral estaba generalmente en armonía con el estado de desnudez de la cultura. Los misioneros, con sus pantalones y vestidos desbarataron esto. La gente desnuda actualmente siente vergüenza por haber estado antes vestida. Desarrollan una exagerada conciencia del cuerpo. Es como si el ‘cubrirse’ de Adán y Eva hubiese generado el ‘conocimiento del bien y del mal’ en vez de ser su consecuencia.»
Algunos habitantes del Amazonas llevan un estilo de vida de vestimenta opcional por elección, aunque prefieren el alternativo. Lo mismo es cierto para los aborígenes del centro de Australia.
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Incluso en América del Norte, la desnudez fue común entre mucha tribus indígenas antes de la llegada de los europeos.
Por ejemplo, Lewis y Clark reportaron nativos casi desnudos a lo largo de la costa norte del Pacífico, cuando visitaron California. En 1698 el Padre Louis Hennepin reportó que los indios del área de Milwaukee Illinois «Ellos andan en cueros en el verano, vistiendo solo una especie de zapatos hechos de piel de búfalo.» El describe muchas otras tribus norteamericanas viviendo también sin ropas. Los nativos de Florida vestían solo bombachas y fajas de origen español, que se sacaban cuando cazaban o se dedicaban a la horticultura. Colón escribió de los indios que encontró en el Caribe en 1492, «Todos ellos andan tan desnudos como sus madres los parió, e incluso las mujeres.» Los nativos polinesios de Hawai vestían pequeñas prendas, y absolutamente nada en la playa o en el agua hasta el arribo de los misioneros cristianos con el capitán Cook en 1776.
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Para algunos indígenas, la desnudez o la casi desnudez es una parte esencial de su cultura.
Paul Ableman explica, «Muy pocos primitivos estaban totalmente desnudos. Casi siempre tenían adornos o modificaciones corporales de algún tipo, los que jugaban un papel central en su cultura. … A esta simple pero próspera cultura, llega el misionero y borra estos signos clave ocultándolos con ropa occidental barata. Para los primitivos, el tatuaje, la escarificación y la ornamentación contenían información altamente elaborada, la que pudo ser, de hecho, la fuerza reguladora central de su sociedad. Así, los misioneros, de un soplo, aniquilaron una cultura. Probablemente no fue menos traumático para una sociedad primitiva, el haber sido repentinamente vestidos, de lo que lo seria, para nosotros el ser repentinamente desvestidos.»
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Aún hoy, se solicita constantemente a los misioneros para imponer sus propios conceptos de ‘decencia’ a otras culturas, ignorando las elaboradas tradiciones culturales a cerca de la vestimenta, existentes en el lugar.
Bernard Rudofsky escribe: «A la gente [en otras culturas] que tradicionalmente no hace mucho uso de vestimenta, no le resulta gracioso el fanatismo del misionero que los apura a aceptar sus nociones de decencia, mientras permanece insensible u opuesto a las de ellos.» Julian Robinson agrega: «Durante los siglos 18 y 19, los misioneros y administradores coloniales se deleitaron ciegamente en sus propias religiones, prejuicios sexuales y culturales, y en el simbolismo de sus propios adornos tribales, sus corsets ajustados, sus pelucas empolvadas, zapatos ajustados y estilos de vestimenta totalmente inadecuados para la vida colonial. Esos misioneros y administradores, sin embargo, soportaron esto sobre si mismos para borrar todas aquellas ‘formas paganas, bárbaras y salvajes de empaquetamiento corporal’ que no conformaban sus pautas de ‘cobertura corporal’. … Así, la significación social y simbólica de esas formas tradicionales de decoración corporal que fueron elaboradas durante incontables generaciones, fueron, en muchos casos, destruidas para siempre.»
Russell Nansen recordó que «Henry Morton Stanley, que rescató a David Livingstone en el Congo Belga. … desde 1847 a 1877 … deambuló a través de Africa sufriendo muchas penurias, pero cuando regreso a Inglaterra hizo un notable discurso para la Cámara de Comercio de Manchester. El explicó a la audiencia, la cantidad de nativos que había en el Congo, y el hecho de que estos vivían desnudos. Comentó que su deber como cristiano fue convertir a esos descarriados y desnudos salvajes al Cristianismo y al uso de vestimenta. Y cuando dijo que este trabajo misionero progresó lo suficiente para convencer a los nativos que se vistieran los domingos, lo que significaría trescientos veinte millones de yardas de tela de algodón de Manchester por año. La audiencia se rió de él.»
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La mayoría de los antropólogos consideran improbable que el pudor haya sido la razón por la que se desarrollaron las vestimentas.
J. C. Flügel escribe: «La gran mayoría de los eruditos… ha resuelto que la decoración es el motivo que inicio en primer lugar la adopción de vestimenta y consideran al abrigo y al pudor como las funciones de preservación de esta. Aunque importantes estas podrían haber demorado en aparecer. Una vez que se manifestaron, el uso de vestimenta se torno habitual por otras razones…
La evidencia antropológica consiste principalmente en el hecho de que entre las razas más primitivas hay pueblos desnudos pero no sin decoración.» Los antropólogos están de acuerdo de manera casi unánime en este punto.
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Muchos psicólogos y antropólogos creen que el pudor relacionado con la exposición del cuerpo puede más ser el resultado de vestir ropas que su causa.
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Resulta interesante hacer notar que solo es posible ser impúdico cuando se ha establecido una forma de pudor aceptada.
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El pudor relacionado con la desnudez es un fenómeno social, no es biológicamente instintivo. Evidencia de esto es el hecho de que la desnudez es venerada en el arte.
Algunas observaciones sobre la naturaleza del pudor